Sentado en una banca de madera, frente a su casa –junto al puente del río Liberia–, en barrio Victoria, encontramos a un enamorado del folklore guanacasteco.
Le dicen “Pellejo e’ Lora” y aunque al principio lo enojaba el apodo, hoy hasta los niños le dicen “don pellejo”.
Su nombre es Rafael Zúñiga y usa unos ‘caites’ que él mismo fabrica. Nos llevó a ver infinidad de artículos que muchos han querido registrar como patrimonio, ya que es un completo museo.
Hay campanas, una espada del expresidente guanacasteco Tomás Guardia, pilones y esculturas.
Al solicitarle una retahíla, no lo piensa, se concentra y empieza narración sostenida y rápida que por más de un minuto dice de memoria.
Por 32 años fue operario de maquinaria pesada del MOPT. Ahora lo buscan de escuelas para charlas.
El apodo se debe a que en la década de los 60’, viendo una serie televisiva, le llamó la atención que los hombres volaban y se le ocurrió conseguir unas alas verdes y lanzarse. Se quebró una mano y quedó todo hinchado. A lo lejos, el dueño del molino de Liberia, Lauro Obando, le gritó: “Pellejo e’ lora”, gran tal por cual”, y así se quedó.
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