Hoy se nos habla de lo sucedido tras la resurrección. Aquel domingo cuando los discípulos se encuentran con el Resucitado.
Jesús, vencedor de la muerte, el primer día de la semana por la tarde, estando cerradas las puertas de la casa en que estaban los discípulos, se hizo visible y les dio un regalo esencial: «¡La paz esté con ustedes!».
Ellos ven al Señor, y le reconocen por sus llagas de manos, pies y costado. Constatan su victoria del abismo. El Resucitado les concede administrar su victoria y les infunde el don de su Espíritu.
Ya como testigos de la resurrección deben transmitir la buena noticia. Empiezan por Tomás, el ausente. Pero Tomás no logra percibir que sus compañeros ya no son los mismos de antes, no les cree y pide pruebas como meter sus dedos en las heridas de las manos y en el costado.
A los ocho días, domingo de nuevo, vuelve Jesús. Les renueva el don de su paz y reprocha a Tomás: “No seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás reacciona con rapidez, y exclama: «¡Señor mío y Dios mío!». Pero Jesús subraya la imperfección: “porque has visto has creído”, y, qué bello, alaba a quienes vendríamos en el futuro: «¡Felices los que crean sin haber visto!»
Creer para alcanzar la vida eterna, tal es la premisa de este domingo maravilloso.
Crisis en el Congreso por elección de nuevo directorio
Crisis en el Congreso por elección de nuevo directorio
Entre el riesgo de la vida y la muerte se ganan el pan
La Sabana será un jardín urbano
Laura presenta informe de labores
Vigilia por beatificación de Juan Pablo II convocó a miles