¡Santo, santo ya! Gritaban hace seis años a una sola voz quienes asistieron a sus honras fúnebres en la plaza de San Pedro. Hoy Juan Pablo II avanza hacia su santidad al ser beatificado en la Fiesta de la Divina Misericordia.
Desde ayer también llenos de fe y recuerdos indelebles más de 45 mil almas en vigilia de oración se sumaron en corazón y en la compañía de la Virgen de los Ángeles, nuestra “Negrita”, a esta magna celebración desde el Estadio Nacional.
Todos unidos desde nuestros hogares o trabajos también te acompañamos: “Juan Pablo, amigo, tu pueblo está contigo”.
Papa sufriente y carismático te convertiste en un ser humano universal, superaste el catolicismo y te volviste un líder para toda la humanidad, un gladiador de la fe que durante 27 años de papado se traducen en un vasto legado espiritual.
Su lema papal Totus tuus (Todo tuyo) nos habla de la importancia de ponernos en manos de Dios: “He sentido miedo al recibir esta designación, pero lo he hecho con espíritu de obediencia a Nuestro Señor Jesucristo y con confianza plena en su madre María Santísima”, dijo en su primera bendición a los fieles luego de ser designado Papa.
Tu beatificación nos llena de orgullo porque tu visita a Costa Rica hace 28 años nos llenó de luz. Nuestro pueblo te recuerda con amor y agradecimiento, intactas permanecen tu nobleza y bondad y paz.
El presbítero Álvaro Sáenz nos recuerda como legado del hoy beato Juan Pablo II su capacidad de oración, apertura a las personas y su disponibilidad ante los problemas del mundo.
Hoy también Día Internacional del Trabajo es imposible no rescatar la entrega del Papa Juan Pablo II que estando enfermo no abandonó sus tareas. Mientras pudo estar de pie, ofició misa e impartió bendición hasta que sus padecimientos lo postraron en cama.
Para él “el trabajo más importante no es el de la transformación del mundo, sino el de la transformación de nosotros mismos”.
También nos pidió: “No abandonen sus búsquedas. No se contenten con respuestas facilonas. Examinen atentamente lo que les pueda servir para la felicidad auténtica”.
Dejaste la vida terrenal pero ahí está tu legado para orientarnos en la vida. “No al egoísmo. No a la injusticia. No a la desesperanza. No a los caminos sin Dios. No al odio y a la violencia. No a la mediocridad. Sí a la fe y al compromiso con la vida. Sí al respeto de la dignidad de todos por igual. Sí a la justicia, al amor y a la paz. Sí a la solidaridad con todos, obligándose especialmente hacia los más necesitados. A fin de cuentas, solo el amor salva”, Juan Pablo II, discurso pronunciado a los jóvenes costarricenses, en marzo de 1983.
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