Así como el martillo, la flecha, o la cuchara, así es el libro.
Una herramienta que agiliza y potencia los sentidos, el conocimiento y las ideas.
Un puente para el entendimiento, un camino hacia la luz.
Antes del libro caminamos en medio de la oscuridad.
Igual que la antorcha de Prometeo, la imprenta de Gutenberg, también herramienta, también tecnología, hizo que miles pudieran tener acceso a ilustración y a las letras y así se cambió la historia una vez más.
Como el martillo, el libro siempre dando en el clavo, dando espacios donde reinaron la esclavitud y la pobreza.
Como la flecha, volando por encima de sus páginas, de puerta en puerta, de pueblo en pueblo, de mano en mano, multiplicando y explicando el entorno de lo que aún duermen en la ignorancia.
Como la cuchara, el libro llevan alimento a la mente y al espíritu de las generaciones de antes y de mañana que comparten sus saberes en los libros, con todos los secretos para sobrevivir.
Porque, ¿qué sería de nosotros sin la memoria escrita que fue el legado primero de pensadores y filósofos, dramaturgos y juglares?
Como el martillo, la flecha y la cuchara, el libro no tiene pedestales. Porque la herramienta que se usa en lo cotidiano no se nota en su grandeza, igual que la piedra que sostiene la puerta cuando hace viento, como la rueda que mueve el carretón. Pero como todo invento maravilloso creado por la humanidad, encierra el libro la generosa virtud de darnos la alegría de sabernos dignos de tener palabras y compartirlas. ¿Habrá gloria más grande?