Esteban Ramírez, el mediocampista del Club Sport Herediano, fue sacudido anteayer por la tarde de pies a cabeza por un estado de euforia, que difícilmente olvidará y cuya causa ayer repasaba de cuando en cuando.
“¡Grité golazo...golazó! No se cuántas veces. La alegría fue tangrande que perfectamente lo pude haber gritado unas 1.000 veces”, recordó el volante de 25 años, autor de una soberbia anotación frente al equipo de Belén.
La jugada inicia con un servicio José Luis Cordero a José Carlos Cancela.
“Vi que estaba solo y que le iban a llegar a marcar por lo que quise darle un poco de apoyo”, repasó el muchacho quien es soltero y vive con sus padres Guillermo Ramírez y Ligia Segnini, en el barrio Corazón de Jesús , en el centro de Heredia.
“Le grité: ¡Pepe! ¡Pepe! Y él, sin volver a verme, me la puso a ras del suelo con la pierna derecha”, agregó Esteban, el menor de tres hermanos. Los otros dos son Guillermo y Ximena de 26 y 27 años, respectivamente.
El servicio, a su criterio, llegaba de manera perfecta porque “no venía ni rápido ni lento. Es más, perdió toda la velocidad cuando se acercó”, expuso el volante.
Afirmó ayer que, desde el momento en que le gritó a Cancela, su intención siempre fue la de rematar a marco porque “ellos no habían dejado a nadie para los rechazos”.
Al pegarle, lo hizo con la pierna derecha y el borde interno del pie con la idea de cruzarle a Ronny Fernández el balón al lado contrario. El arquero estaba más cerca del primer palo.
El volante afirma que desde que remató, supo que sería un buen disparo pero, aclaró, que “sería un mentiroso al decir que a donde entró, era donde pensaba ponerla”.
El gol era dedicado a Rigoberto Vega, abogado del Herediano, que estuvo hospitalizado por una intoxicación.
“Lo llamé por teléfono para ver cómo estaba y le comenté que si el domingo anotaba que supiera que a él se lo dedicaba”, contó.
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