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Martes 13 de marzo de 2012, Costa Rica
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Opinión

Amenazas y disimulos

JulioRodríguez B.

Periodista

Las amenazas o castigos de una junta directiva, del entrenador o de otro dirigente contra los jugadores no es una buena táctica. Pueden ser un remedio cuando, en verdad, hay razones o motivaciones concretas y graves para proceder en esta forma. De lo contrario, se convierten en un bumerán contra el equipo.

La experiencia me indica que, cuando se amenaza o se sanciona a los jugadores, sin motivos genuinos, más bien se están ocultando las causas reales del infortunio, de las derrotas y, muchas veces, de los errores o fallas de los dirigentes o del director técnico. En otras palabras, se manda al diablo el valor ético de la transparencia, del mirar las cosas de frente, de la responsabilidad, en fin, de la verdad.

Se trata de un disimulo o de una mentira contra la afición. Las consecuencias de este proceder pueden ser funestas. Si tras el anuncio de una amenaza o de un castigo, sin motivos valederos, el equipo gana, el director técnico se crea su propia trampa, pues se ve obligado, con esos mismos jugadores, a obtener nuevos triunfos. Por otra parte, el triunfo debe ser obra de un mejoramiento en la calidad. Si, más bien, el triunfo, posterior a las amenazas, se deriva de los errores del contrario, sin que se perciba un mejoramiento, carece de sentido lanzar las campanas al viento. Entendemos por mejoramiento la aplicación sostenida de los principios básicos del futbol y no los triunfos casuales a punta de pelotazos, o bien, la utilización de los jugadores en sus posiciones más provechosas y no el subempleo en la banca o en posiciones improvisadas. En fin, si en un equipo no hay pensamiento crítico (gente que piense y actúe en forma coherente), tarde o temprano se impondrán las ocurrencias de dirigentes y técnicos. La mejor táctica es la verdad, no el disimulo o las cortinas de humo.

Se lo decimos a Pedro para que entienda Pablo.