Muchos sueñan con estar en el cielo, pero Bryan Monge prefirió regresar a los brazos de su mamá.
Con tan solo siete años, aseguró que vivió ahí justo en el cielo durante el tiempo que permaneció en coma en el Hospital de Niños: 20 días.
Mientras el pequeño hacía una tarea de la escuela en la mesa de su casa, en las tierras de Naranjo, su mamá Gabriela Rodríguez fue narrando la historia de su hijo menor.
Todo empezó con el golpe seco que ella escuchó a la medianoche del 4 de marzo del 2009 mientras su familia dormía. Su esposo Jeremy Monge y sus dos hijos Bryan, de tres años y Cristopher de seis en aquel momento.
“Era Bryan se había caído de la cuna y cuando llegue estaba sentado en el piso recogiendo su cobija. No tenía chichota, sangre ni ningún signo de peligro. Solo me decía ‘lele, mami’”, comentó Rodríguez.
Cuenta que lo acostó con ella, él no se durmió y a las dos horas del golpe empezó a vomitar y convulsionar.
A los minutos, Gabriela con Bryan en brazos salieron en una ambulancia, sin paramédico, y de camino al hospital de Grecia se quedó dormido, pero en realidad cayó en coma.
Fue trasladado de emergencia al Hospital de Niños y a las 5 a.m. Bryan estaba en el quirófano, pues la caída le provocó hematomas en su cerebro.
La situación se complicó aun más porque la inflamación obligó a los médicos a quitar un pedazo del hueso de su cerebro y que se implantó en su estómago para volverlo a colocar una vez que bajara el peligro. Sin embargo, la parte extraída se infectó y tuvo que ser eliminado dejando esa área del cráneo sin la posibilidad de que el hueso se regenerara solo.
En silencio
Los días se convirtieron en años para la familia Monge Rodríguez, pues Bryan no despertó hasta 20 días después en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Niños.
“No nos despegamos de él un instante, pero no reaccionaba. Le hablaba mucho y la gente hizo cadenas de oración para ayudarnos a enfrentar la situación”, destacó Rodríguez.
Añadió que su esposo y ella se turnaban para cuidarlo en el hospital y un día llegó una luz...regresó a la tierra primero con un leve movimiento en su mano izquierda luego abría y cerraba los ojos.
Poco a poco volvió, pero no pudo hablar hasta tres meses después cuando le fue quitado la traqueotomía para respirar.
El proceso fue muy lento y los médicos le pronósticaron a la familiar que quedaría como un vegetal.
Afortunadamente, se equivocaron y dio resultado la entrega de todos en casa, las oraciones y los ejercicios físicos pues Bryan se recuperó casi en su totalidad.
“Él no quería usar la silla de ruedas y con ayuda de todos en casa salió adelante. Todavía no tiene el 100 por ciento de movilidad en su lado izquierdo, pero tiene una vida normal”.
¿Se dio un milagro? La respuesta llegó rápido: sin lugar a dudas. “Al año del accidente le tomaron una placa y para gloria de Dios el hueso que no se iba a regenerar estaba casi en su totalidad restaurado. Los mismos médicos lo llamaron milagro y esa fue la respuesta de tanta oración”, dijo la madre.
Hoy, Bryan cursa el primer grado en la escuela regular, camina, juega con su hermano y ríe como cualquier pequeñito.
Habló con Dios
Entre risas y con cierta timidez Bryan contó que Dios lo tomó de la mano y le dijo: ¿qué quieres? a lo que el niño respondió: “quiero estar con mi mamá, me agarró fuerte la mano y me bajó. Habían niños descalzos en el cielo conmigo”