Alajuelita.- A la distancia esta enorme cruz luce imponente; sus brazos de acero abiertos esperan al visitante en un lugar rodeado de nubes y vegetación, sin otro ruido que el canto de algunos pájaros y el aleteo de mariposas.
De cerca, este monumento religioso, visitado por miles de personas desde su inauguración, un 18 de julio de 1934, da pena y es evidente su estado de abandono.
Es como ver un anciano en harapos, cabizbajo, enfermo, a mitad del camino desolado y triste.
La cruz de Alajuelita, cuya construcción fue considerada en ese momento una hazaña, dadas las condiciones del terreno; a 2.036 metros de altura, carece de iluminación y el herrumbre es cáncer en su cuerpo de acero.
Una versión popular dice que levantaron la cruz para apaciguar un volcán que amenazaba con surgir en la parte más alta del cerro. Sin embargo, se sabe que fue un proyecto que impulsó, hasta lograrlo, el entonces cura destacado en Alajuelita, Rosendo Valenciano, para conmemorar los 19 siglos de la venida de Cristo.
Agoniza lentamente
A pocas semanas de cumplir 77 años de construido, este monumento espiritual, de 26 metros de altura y 11 de ancho, otrora visitado por miles de peregrinos cada año, parece agonizar lentamente.
Actualmente, hay visitantes que aprovechan la soledad del cerro San Miguel para acampar y consumir drogas a los pies de la cruz de Alajuelita sin que las autoridades puedan evitarlo.
Aunque contaba con lámparas y un moderno sistema eléctrico; (lo que permitía verla de noche desde distintos y alejados lugares de San José), los vándalos ha hecho de las suyas paulatinamente.
Los delincuentes terminaron robándose todo, incluso las baldosas que varios estadounidenses de buen corazón colocaron en las paredes de concretos que sostienen la pesada cruz de hierro.
La belleza y el resplandor del que gozó entre los 80 y los 90, gracias a la lucha y tenacidad del sacerdote español Benedicto Revilla son cosa del pasado.
Las buenas obras del religioso son aun recordadas con especial aprecio porque reunió fondos, de la noche a la mañana, convenciendo a personas ricas con quienes tenía amistad para iluminar la cruz. También levantó varios sitios de oración, con cruces metálicas de diversos tamaños, a lo largo del sendero que lleva a la parte alta del cerro.
Para llegar allí hay que caminar más de hora y media por un angosto y empinado camino que serpentea entre potreros donde es posible ver pájaros y mariposas multicolores, algunos cultivos de vainica y unas pocas vacas.
Se cae fácilmente, entre piedras y barro, pero esto no detiene a creyentes que suben, especialmente los fines de semana, para venerar a Cristo. Hay vecinos interesados en salvar el monumento y trabajan en ello.
Crimen múltiple alejó a los creyentes
El 6 de abril de 1986 el más macabro crimen múltiple en la historia reciente del país cambió radicalmente la imagen de un sitio de peregrinación: la cruz de Alajuelita.
Tras una celebración litúrgica a la que acudieron cientos de personas, asesinaron a unos dos kilómetros del monumento, a seis menores y una adulta.
Hubo terror y conmoción nacional y nadie olvida la tragedia. Las víctimas fueron Marta Eugenia Zamora Martínez (41 años), María Gabriela Salas Zamora (16), María Auxiliadora Salas Zamora (11), Carla Virginia Salas Zamora (9), Carla María Sandí Mora (11), Alejandra Sandí Mora (13) y María Eugenia Sandí Mora (14).
Desde entonces, la cuz de Alajuelita perdió brillo y, poco a poco, desaparecieron las filas de creyentes, adultos, ancianos y niños que era posible ver subiendo al cerro San Miguel. Hoy acuden unos pocos fieles, especialmente los fines de semana. También turistas extranjeros, siempre en grupos por razones de seguridad. “Aquí no hay peligros; nunca pasa nada. Yo vivo tranquilo y la gente puede venir cuando quiera”, exclamó Carlos Sánchez, de 73 años, agricultor del cerro San Miguel, quien aseguró que “aquí todo es paz”.
Sin plata pero decididos a colaborar
En la Municipalidad les dijeron que no hay plata y ellos tampoco tienen recursos.
Pero las buenas intenciones son muchas y, pese a limitaciones financieras, se han propuesto hacer lo que nadie ha logrado en años: rescatar de los vándalos y su segura destrucción a la cruz de Alajuelita, el monumento más emblemático de este cantón.
“Formamos un comité y vamos haciendo algunas cosas. Ya contactamos con varias empresas para que nos ayuden con la iluminación”, afirmó Miguel Campos Picado, coordinador de la organización local.
Según dijo, acudieron al ayuntamiento de Alajuelita, pero les informaron que no tienen dinero para este tipo de obras. Se intentó conocer la versión del Alcalde, Víctor Hugo Chavarría Ureña, pero en su despacho informaron que “estaba muy ocupado”.
Iniciativa urgenteCampos dijo estar consciente de la urgencia de las obras y aseguró que confían recibir muy pronto lámparas, así como asistencia técnica y recursos para el sistema eléctrico de la cruz.
Además coordinan con el cura párroco de Alajuelita, Randall Villalobos, para organizar actividades religiosas y motivar a los lugareños para que se incorporen al proyecto y aporten recursos. “La idea es retomar el lugar y convertirlo en lo que fue una vez: un sitio de peregrinación”, exclamó.
También preparan actividades especiales para celebrar el 77 aniversario de la construcción del monumento, entre las cuales destaca una carrera de relevos desde el centro de la ciudad de Alajuelita hasta el monumento.
“Será una gran fiesta popular. Habrá incluso un juego de pólvora espectacular”, añadió el dirigente, quien recordó que desean también instalar un mariposario a unos 800 metros de la cruz. Incluyen, además, la apertura de senderos y recorridos a caballo.
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