Su sonrisa lo dice todo. Con ella no solo irradia alegría sino también el recuerdo latente de que los milagros existen.
María Solís Quirós es la niña que recibió la gracia de Sor María Romero al sanarla en el vientre de su madre, el 28 de noviembre de 1994 con labio leporino y paladar hendido.
Hecho registrado por la Iglesia Católica como el milagro que necesitaba la religiosa para ser proclamada Beata, el 14 de abril del 2002 por el Papa Juan Pablo II, en Roma.
Hoy, 11 años después María, que cumplirá en noviembre la mayoría de edad, recuerda la historia de su nacimiento como si este fuera un cuento.
“La disfruto mucho cuando mis padres me cuentan aunque no hablo mucho del tema. Soy devota a Sor María, ella es parte de mi vida y todos los días me hace favores”, dijo la joven que cursa quinto año en el Colegio Británico de Costa Rica.
No olvida el momento en que conoció a Su Santidad Juan Pablo II el día de la beatificación de su tocaya Sor María.
“Tenía siete años, pero fue tan grande que tengo momentos muy marcados. Le di un beso y todavía tengo su cara muy presente, sus ojos eran verdes. No me dijo nada, pero él me jaló y me abrazó”.
María es una chica como tantas dice ser buena estudiante, le encanta la música, va al gimnasio y asegura que si algo tiene es que el 100 por ciento del tiempo se la pasa riendo.