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Domingo 5 de junio de 2011, San José, Costa Rica

Evangelio de hoy

Álvaro Sáenz Zúñiga, presbítero

presbítero / asaenz@liturgo.org.

San Mateo nos plantea la última reunión del Resucitado con sus discípulos. A pesar de que lo ven, algunos todavía dudan. Jesús, con sencillez les hace ver cómo, por el poder recibido, los envía a todos los pueblos, a enseñar esa nueva dinámica de obediencia y amor al Padre del cielo.

Lo más importante del diálogo es la forma cómo se concreta la tarea que quiere darnos, el proyecto que pone en manos de su Iglesia. Ahora la responsabilidad cae sobre los apóstoles.

Tras la pasión, entrega y muerte de Jesús, tras el acontecimiento inédito de su resurrección, que comprueba que la salvación de la humanidad se ha logrado, los discípulos deben trabajar, hacer discípulos, predicar, catequizar, mostrar el proyecto de Dios a toda la tierra.

La tarea evangelizadora supone un discipulado. Ser discípulo es reproducir con nuestra vida lo que el Maestro anuncia, llevar por el universo su mensaje de Salvación: que en Jesús, triunfador de la muerte está el triunfo de la humanidad con el cual nos acercamos con firmeza a la comunión definitiva con la divinidad. Los que crean serán bautizados en Su nombre, se incorporarán así a Jesús, entraran en su realidad y la harán propia.

Pero esto no lo harán por sus solas fuerzas, ni por su iniciativa. El mismo Señor, por la fuerza de su Espíritu, los acompañará todos los días y hasta el fin del mundo. El discípulo, el creyente, aprende a identificarse con su Señor y todo lo que Él nos ha mandado. Así saldremos de la mediocridad y realizaremos la tarea.

Los Hechos de los Apóstoles nos dicen que Jesús alzó las manos, bendiciéndolos, y que fue llevado a la gloria del Padre, a recibir la recompensa por la labor cumplida.

No nos quedemos impávidos. Consolidémonos en Cristo, esparzamos alegres su mensaje de salvación por el mundo anunciando la salvación. Creer y ser bautizados será la clave.