Es un milagro que los padres de Engell Gabriel puedan disfrutar de tener a su bebé de cuatro meses de nuevo entre sus brazos, sin tener que lamentar el exceso de confianza que permitió a una conocida tomar al menor, abordar un autobús con él rumbo a San José y amenazar con sacarlo del país.
El rapto del bebé mantuvo al país en vilo, rezando por su pronta devolución y rogándole a Dios que apareciera vivo y completo.
Un vecino de la raptora permitió, parte del milagro, cuando ese padre de familia hábilmente la convenció de entregar al menor en manos de agentes de la unidad de Delitos Varios del OIJ.
¿Cuántas historias de horror sobre robo de niños en centros comerciales y supermercados escuchamos? Decenas y entonces ¿por qué cuesta tanto creer que la confianza y descuidos con extraños puede llenar de sufrimiento a una familia?
Por confiar en la buena voluntad de desconocidos, muchos padres lamentan hoy con amargura que los extraños a quienes les abrieron las puertas de su hogar abusaron de sus hijos e incluso llegaron a arrebatarles la vida.
Hay que insistir en ser precavidos y desconfiados. Cualquier advertencia es poca cuando se trata de la protección de los niños.
Padres, familiares y maestros deben ser constantes en que no se habla con desconocidos, ni se aceptan regalos de nadie por más que sea la mascota adorada, el juguete soñado o la golosina más sabrosa.
Más si se desconoce la procedencia e intenciones de recién llegados, igual precaución hay que tener con las personas contratadas para cuidar y enseñar a los menores.
Para resguardar la integridad física y psicológica de los más indefensos cualquier esfuerzo es poco.
Nada debe empañar su inocencia, ni tampoco atreverse a destruir sus sueños.
La alerta debe ser mayor cuando los niños de los que hablamos no pueden ni siquiera defenderse como es el caso del bebé de Quepos, cuando dependen absolutamente de sus padres.
En el Hospital Nacional de Niños insisten en que son los padres y parientes cercanos los responsables de los infantes, y en caso de no ser lo diligentes que los hechos ameritan no dudarán en denunciarlos penalmente.
Ese centro médico atiende siete pequeños víctimas de agresión y maltrato que los ponen al borde de la muerte.
La mayoría de accidentes, abusos y violaciones en contra de los menores ocurren en el hogar–80 por ciento –, porque se les dejó solos o al cuidado de personas inadecuadas.
Por ello no se debe bajar la guardia, cuide a quién le abre la puerta de su casa, a quién le permite estar cerca de sus hijos para que los cuide, y sea exigente al cotejar y corroborar referencias y al revisar si tiene su hoja de delincuencia limpia.
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