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Domingo 5 de junio de 2011, San José, Costa Rica

Poblado donde habitan 200 personas, la mayoría agricultores

Caño Castilla: sitio pujante, apacible y muy optimista

Carlos Hernández, corresponsal GN

redaccion@aldia.co.cr

Los Chiles - Muy poca gente en la calle y una quietud que impresiona a cualquiera.

Esas son las primeras características que se detectan al llegar, por primera vez, a Caño Castilla, caserío del distrito primero del cantón Los Chiles de Alajuela, ubicado 41 kilómetros al sureste de la cabecera.

La primera tendría una explicación lógica en el hecho de que su población apenas ronda los 200 habitantes, pero hay un motivo adicional. La mayoría de esta gente, mujeres incluidas, se la pasa inmersa en sus parcelas entre las 5 a.m. y las 5 p.m.

Si algo distingue a estos parceleros es su vocación de trabajo. Ellos el pasado 31 de mayo tras semanas de muchos esfuerzos y sacrificio económicos lograron adjudicarse en remate las tierras que ocupan desde hace 28 años.

Un pueblo sin cantina

Otro aspecto que llama la atención es el hecho de que en Caño Castilla sus moradores decidieron no tener cantina, consideran que no les hace falta.

“Difícilmente nos queda tiempo para otra actividad que no sea cultivar la tierra. Por eso aquí nadie de nosotros se ha interesado en abrir una cantina. La verdad es que no la necesitamos, ni la queremos” explica Ramón Rodríguez, un esforzado productor de raíces y tubérculos.

“Si trabajar fuera un vicio, ese vicio es el único que tenemos en la comunidad donde vivimos tranquilamente, sin nada que nos altere”, agrega Rodríguez

Su señalamiento se ajusta a la realidad diaria en un poblado donde no existe la Policía.

Ninguna de las casas posee verjas. Los problemas de delincuencia o robos les resultan desconocidos, algo difícil de creer.

La pequeña plaza es el centro de atracción los fines de semana, pese a su zacate quemado, leve inclinación y falta de redes.

Matrimonio ejemplar

María Reyes y su esposo Rosario Hurtado a sus 75 y 83 años, respectivamente, acostumbran estar en pie desde las 4 a.m.

Ella para prepararle el pinto; él para estar en su pedacito de tierra, que ahora cuida mucho más.

Hoy una hectárea vale ¢7 millones; 30 años atrás llegaron a pagar menos de ¢1.000, indicaron los más antiguos.

Según Víctor Arce, el ejemplo de la pareja de ancianos lo imita toda su descendencia y la mayoría de vecinos en general.

“Aquí es casi un milagro que alguien esté durmiendo después de las 5 a. m. La pobreza apremia y el único remedio para combatirla es trabajando” comenta Arce.

La población entre hombres y mujeres es muy similar, en una tierra donde se dedican a diario a la siembra de yuca, ñame, tiquisque, granos y ganado de cría.