Inmejorable ambiente este año en la carrera Sol y Arena.
Carrera bajo clima húmedo, de inicios de invierno, pero sobre una arena seca, polvorienta, no enfangada, como en años anteriores.
Un nubarrón benevolente y una leve brisa soplaron a su favor y de los miles de atletas quienes participaron junto al “Perro”, invitado desde México, y quien solo necesitó de un mordisco para comérsela.
A diferencia de otros años, encontramos mucho más orden a la salida y a la llegada.
Ambiente espectacular, al arribo de los casi siete mil participantes al centro del puerto, al borde del muelle y de la vieja terminal aduanera.
El puerto se resiste a ser marginado como anzuelo para el turismo local e internacional.
La romería de buses, microbuses y de autos particulares con los participantes –familiares, amistades, grupos institucionales, privados- y acompañantes, es una muestra de su atractivo. Sol y Arena convierte al puerto en un manicomio.
¿Se dan cuenta el Ministerio de Turismo, el Ministerio del Deporte?
Sol y Arena debe dejar de ser esa convocatoria fugaz, una tarde al año.
Las máximas autoridades públicas del ramo deben sentarse a conversar con los organizadores porteños y exprimir sus efectos.
Sol y Arena debe tener cierto rango de reconocimiento estatal de tal suerte que, lo que hoy queda reducido a los preparativos, al evento en sí y a su desalojo y chao, pueda convertirse en una gran feria deportiva nacional de fin de semana.
Debe integrarse todo grupo de interés porteño, público y privado. Debe aprovecharse como un detonante de exaltación de los valores deportivos.
Punto y aparte- El repudio público generalizado a un reciente fallo del máximo tribunal del país, debería hacer a los magistrados poner sus barbas en remojo.
Esté o no de acuerdo con Edgar Fonseca, escríbale a efonseca@aldia.co.cr.