Columna de opinión

Édgar Fonseca

Director

La compatriota Gineth Soto puede regresar con la frente en alto tras este segundo intento por alcanzar la cima del mundo, el Everest, frente del cielo o madre del universo, como también se le conoce a esa atrayente y peligrosa cumbre del Himalaya.

Tras casi tres meses de expedición, el cansancio la hizo desistir de “asaltar” la cresta final a 8.848 metros de altura.

Gineth soportó quebrantos en su salud y, sin embargo, continuó el ascenso hasta donde las fuerzas no le alcanzaron.

Se devolvió a 7.300 metros de altura, pero nos dio un ejemplo de arrojo, de coraje.

Gineth manda muchas buenas señales al país, a las nuevas generaciones, sobre todo, para que no desistan de sus propósitos, de sus proyectos, de sus iniciativas, de sus esfuerzos.

Refuerza ese valor del emprendimiento por acciones de mayor valor que transformen y hagan avanzar al país.

Las hay en distintos sectores; a lo mejor se desarrollan en silencio, pero se necesita del temple de gentes como ella, para hacerlas trascender en medio de las tormentas de estos tiempos.

La conquista del Everest son palabras mayores.

Gineth se le metió sin reservas. Su ejemplo debe servir, sobre todo a los jóvenes, de ejemplo y reto, en sus afanes de vida y de labranza de esta bendita sociedad.

Punto y aparte.

Por defender las migajas de un directorio legislativo opositor, un oráculo político salió ayer a cuestionar la investigación de la Fiscalía, de alegado lavado de dólares en las finanzas de uno de los miembros del bloque.

Hay persecución, dice. Tanta desfachatez no merece perdón público.

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