Opinión

Antonio Alfaro, editor

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“Nunca le di la mano a La Volpe. No hubo oportunidad” -confesó el periodista Mario Segura, mirando de frente al señor Pinto Afanador, heredero y sucesor, reunido en torno a una larga mesa ovalada con los editores de la prensa deportiva costarricense, impensable encuentro en tiempos de don Ricardo, cuyo eterno ceño fruncido parecía espantar hasta el viento.

La Volpe, muy conocedor, parecía no necesitar de nada ni de nadie. Pinto, aunque también firme, parece estar marcando diferencias desde el inicio. Va el estadio, se reúne con presidentes de los clubes, se acerca a los técnicos de los clubes, se presenta ante los periodistas, busca entender y ser entendido.

-“Honestamente, vemos con muy buenos ojos esté acercamiento” -le dijo este mortal a Pinto- “pero con la misma honestidad, todos sabemos que a fin de cuentas los resultados mandan”.

Se me vino a la mente la pasada eliminatoria, cuando German Retana, entonces gestor de desarrollo de la Selección, me preguntó en Honduras por las bondades y dificultades de la relación prensa-selección. Costa Rica era líder de la eliminatoria y se daba el lujo de lucir en Uncaf con un equipo alternativo. No había queja alguna. “Lo que no me ha gustado está por venir”, le dije. No hay equipo que gane siempre (ni aquella selección que parecía enrumbada a Sudáfrica 2010). “De la reacción cuando lleguen las primeras derrotas y las críticas dependerá en buena medida lo que suceda después”.

Pinto lo sabe. Los hombres se miden en las dificultades, añadió en la reunión del viernes. No pidió campaña publicitaria a su favor, ni encubrir malos momentos. Hombre serio, que marca distancias con respeto, no tiene garantizadas las victorias, pero escucha y habla de frente. Se le puede estrechar la mano.