Deportes
Miércoles 7 de marzo de 2012, Costa Rica
Pasión por el deporte

Las profesión de los mártires

Amado Hidalgo, periodista

redaccion@aldia.co.cr

Los abogados pierden juicios y no por eso dejan de litigar, un médico pierde la batalla por salvar al paciente y su consultorio sigue igual. Aunque en el camino hayan quedado la vida o la libertad de una persona, nadie crucifica a los profesionales que intentaron pero no pudieron.

El fanatismo provoca que en la estima social sea más reprochable los malos resultados de un entrenador de futbol que los del especialista que no salva a su paciente, o los del litigante que pierde a su defendido.

Injusto. El técnico de futbol es apenas un espectador cercano a 11 jugadores de cuyo desempeño depende su trabajo. Y además tiene otro número igual repartidos en el banquillo y en la grada, que no lo quieren por “su miopía e ineptitud para saber escoger”.

Cercado por las voces e iras del graderío, compite con miles de entrenadores de domingo, capaces de descifrar desde la butaca todos los secretos para que su equipo nunca pierda, contrario a ese “tarado” que hace los cambios demasiado tarde, o regala el triunfo, mientras el “mimado” de la afición incomprensiblemente se hunde en el banquillo con cara de mártir.

Si los hace jugar bonito y no gana, es un idealista perdedor. Si su equipo vence pero no agrada, la fanaticada reclama glamour para las victorias, olvidando que en las épocas de vacas flacas, cualquier pírrico triunfo servía de bálsamo contra la vergüenza de pertenecer a un equipo perdedor. En una jornada saca un 10 en el examen y tres días después rinde otro, a riesgo de sacar cero.

Para colmo de males, quienes deciden su suerte son un montón de fanáticos, metidos empresarios de futbol, que ayer – en las mieles del triunfo- prometieron convertirlo en el Alex Fergusson de tiquicia, imborrable del banco por toda una eternidad, pero que apenas se aleja de la victoria lo suben al madero, lo visten de Judas y le prenden fuego.