Deportes
Domingo 30 de octubre de 2011, Costa Rica
Pasión por el deporte

Opinión

El regate necesita ajustes

AntonioAlfaro

Editor

analfaro@aldia.co.cr

Nos gusta el regate, el “dribling”, la finta, el ¡ole!, la jugada del tonto, el taquito, la perrita, todo malabar que deje al rival en el camino al rival. Como si estuviera en nuestro adn, reforzado además culturalmente, desde pequeños rendimos honor a la jugada pícara, así en el fútbol como en la vida. En la mejenga de niños tenía, tiene y tendrá más gracia bailarse a un par de mocosos que un pase cambiado justo al pecho del compañero habilitado para anotar.

Más tarde, sin embargo, a quien se abuse de la pelota lo tacharemos de “piquín”, “mamón”, “chupeta”, “buchón”; le recetaremos que pida una bola al Niño, con un poco de crítica y otro tanto de envidia no revelada, según sea la habilidad del egoísta.

“Buena técnica” fue por mucho tiempo sinónimo de gastar la redonda con habilidad. Nos jactábamos - y aún se jactan muchos- de cuán técnico es el tico. No remata bien a marco, no hace pases de lado a lado, no se deja la pelota servida como banquete después la recepción, ¡pero es técnico! La culpa no es del regate, sino de la formación. ¿O debo decir deformación?

El otro día lo entendí mejor que nunca. No es tema futbolístico, sino cultural, casi latinoamericano. Buscamos cómo bailarnos las cámaras en carretera, cual delantero que frena, maja la pelota y vuelve a meter gas apenas su marcador quedó en el camino.

Con no menos destreza driblamos impuestos y le hacemos una finta a las cuotas obrero-patronales. Aún me cuesta entender cómo en Herediano ningún jugador gana más de ¢800 mil, según lo reportado a la Caja, o que en Pérez Zeledón nadie supere los ¢150 mil de salario.

Regate -habilidad y engaño- que viva siempre en la cancha, donde debe estar. Que se confabule con el pase, la recepción y el remate. Que nos alegre siempre el corazón.