Deportes
Domingo 15 de mayo de 2011, San José, Costa Rica
Pasión por el deporte

Liga desatoró el festejo a diez minutos del final

Sufrió, mordió, gritó

Antonio Alfaro

analfaro@aldia.co.cr

Marín lloraba, Meneses, enyesado, era paseado a caballito por Giancarlo González, el “Macho” Ramírez se persignaba, Mc Donald sacaba pecho: “le guste a quien le guste, le duela a quien le duela, somos campeones”. La Liga festejaba un título duro de pelar de inicio a fin.

Le costó. Perdió a sus delanteros, anotó cinco goles menos que en el torneo anterior, le anotaron siete más, rescató partidos en los minutos finales, estuvo en agonía en la semifinal, pero de una y otra dificultad logró salir adelante. Anoche no fue la excepción.

El León no comió jamón. El aficionado, en cambio, comió uñas, Luis Marín comió ansias en el banquillo, Mc Donald se comió increíblemente tres ocasiones de gol (aunque dos en posición prohibida), el árbitro se comió dos expulsiones (una de cada bando), pero la Liga no comió jamón.

San Carlos no se lo permitió, apegado al libreto de esperar y esperar la oportunidad, el mismo guión que le dio el triunfo en el Saprissa a 13 minutos del final. Si bien controlar ansias tiene mérito, esta vez dejó el sinsabor de un equipo que nunca dijo “todo o nada”. “¿Cuándo es la final?” -preguntó con ironía un aficionado saprissista, frente a aquel segundo tiempo amarrado, sin sabor, cuando la Liga parecía llevarse el título con el 0 a 0 en su casa.

Más allá de su sarcástica pregunta, en parte tenía razón. El León no rugía, su afición silbaba a falta de jugadas apremiantes y solo Allen Guevara parecía empecinado en llevar rápido, a como diera lugar, la pelota al area rival. El “Cusuco”, ese chiquitín que con apenas 1,62 m. de estatura se aventura en velocidad en medio de cualquier defensa, parecía jugar a 100 kilómetros por hora, mientras el resto de la Liga estaba atascada en una presa de hora pico, entre balones dividos, juego interrumpido, choques, control de nadie y pocos pases seguidos. Ni Gabas, quizás el mejor del torneo, parecía capaz de ponerla al piso y dirigir la orquesta.

El equipo voraz del inicio de juego, se quedó sin garras, hasta que el gol de Kevin Sancho, a diez minutos del final, desatoró el grito atravesado en las gargantas alajuelenses. Lo demás fue fiesta: la afición coreó el “Marín, Marín”, el “Macho” los complació, la afición festejó, el árbitro pitó, Marín lloró, Ramírez se persignó.