Editor
Que se ponga de pie el acusado. Lo declaro culpable de atentar contra la salud de los fanáticos con problemas del hígado (en el juego de Panamá), con problemas del corazón (en el excelente primer tiempo contra España) y con problemas de presión alta (con los cambios del segundo tiempo ante la campeona del mundo).
Lo declaro inocente del plan del fiscal, de la aparente falta de táctica y estrategia en el gobierno de la República, de la mala circulación (no de la pelota, sino vehicular), de los que van para arriba y para abajo sin tocar bola (en la Asamblea Legislativa), porque aunque a veces parezca, el seleccionador de turno no es culpable de todos los achaques del país.
Es culpable, en cambio, de haber encontrado la alineación ideal, los movimientos precisos, la combinación perfecta entre Bryan Oviedo, Bryan Ruiz, el “Chiqui” Brenes y Joel Campbell.
Es culpable de hacernos soñar, para luego ponernos a temer, de a poquitos, con cada cambio, que el triunfo sobre los Xavis, Villas y Casillas era demasiado bueno para ser cierto. Culpable es, bajo confesión, de no haber acertado en las variantes. De haber creído que quien no dio la talla ante Panamá, cuatro días después se fajaría con Iniesta y compañía.
Se le absuelve por falta de pruebas en el caso Allen Guevara, el primero que salió a calentar, calentar y calentar... Todo indica que con él se habría resentido menos la salida de un inspirado “Chiqui” Brenes, pero quién puede, sin embargo, asegurarlo.
Autor intelectual de un planteamiento que mostró virtudes, como hace mucho no le veíamos a la “Sele”, y remarcó defectos, que hace mucho no queremos ver más, se le sentencia a Jorge Luis Pinto Afanador seguir al frente de nuestra Selección.
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