El entrenador Alexander Guimaraes se queda en la “S”, “pase lo que pase”, con final o sin ella.
Así de tajante fue el presidente de Saprissa.
Salió al paso de versiones que vincularon un viaje suyo a un seminario en Guatemala, con una alegada conversación con el extécnico morado Hernán Medford.
Ni por celular, dice don Juan Carlos Rojas, se comunicaron. Vaya usted a saber.
La dolorosa eliminación de la final de anoche pone a prueba ese “pase lo que pase”.
No estaba dentro del libreto empresarial y deportivo de la firma Horizonte Morado que se hizo de las tiendas tibaseñas este año. Desde un primer momento advirtieron el objetivo de alcanzar este campeonato que, además, le diera vitrina internacional. Por ello, la apuesta por la continuidad de Guimaraes refleja un afán de continuidad, al menos de momento, que desafía un entorno tan cortoplacista como el nuestro. Es un propósito de no caer en el vaivén de técnicos y fugaces procesos que, está a la vista, son desgastantes para los clubes, los jugadores y frustrantes para las aficiones. Saprissa apenas se repone de recientes y fugaces experiencias que, en el ocaso del ciclo Vergara, les dejaron ayunos de réditos.
Mantener a Guimaraes, independientemente de lo que diga o reclame la afición, es reflejo de que se desea asentar el proceso recién iniciado. Pero dependerá de los resultados; de cuántos cetros alcancen.
Los morados no se contentan con seguir de espectadora y difícilmente entenderán de procesos si se les alarga la sequía de títulos locales y de competición internacional.
Alajuelense pasó por esa calle de amargura de una transición generacional en los últimos cinco años con magros resultados.
El que Guima se queda “pase lo que pase” pasa, desde anoche, por real prueba en un ambiente donde pocos entienden de procesos de largo alcance.
