Columna de opinión

Antonio Alfaro

Editor

Abrían la puerta y todos entrábamos al camerino, donde algunos jugadores terminaban de ponerse el pantalón, otros se peinaban y algunos se metían a la ducha.

Las entrevistas se hacían aquí y allá, en todo lado y condiciones. Unos se vestían, otros preguntábamos. Incluso durante el baño, tan solo divididos por un muro que a la altura de la cintura, quizás un poco más, los salvaba a ellos de quedar expuestos y a nosotros de salir mojados.

Eran los desnudos del 92, la típica imagen de un fútbol pintoresco, semiprofesional, de puertas abiertas, demasiado -creo hoy-.

Pero los años pasan, los tiempos cambian, mejoran y empeoran, según se vea, quizás las dos cosas a la vez.

Costa Rica volvió a un Mundial en el 2002 y “descubrimos” la conferencia de prensa y la “Zona Mixta”, ese sector entre el camerino y la salida, donde los periodistas esperan la buena voluntad del jugador que se detenga al paso. ¡Bienvenido el orden!

La idea, nada mala, se ha ido degenerando en inflexibilidad, limitaciones, escasez de entrevistados. Después de los entrenamientos, clubes como la Liga y Saprissa solo ponen a disposición unos cuatro jugadores. A lo Real Madrid o Barcelona, pensarán. ¿Acaso creen que Messi es bueno por callado? ¿O están muy ocupados?. “Me da risa”, me confesó hace unos días un recién retirado y reconocido jugador. “Qué hacemos los jugadores. ‘El muy ocupados’ es ir almorzar y a dormir”. Los técnicos, solo hablan una o dos veces por semana, seguro cansados de las mismas preguntas, que sé yo.

¿Puede alguien decirle a los clubes que necesitan vender mejor un fútbol de gradas semivacías, en el que tampoco se habla mucho en el campo? Si no lo entienden, disculpen, pero se están quedando chingos, no desnudos.