La Uruca/San José.-Cuando tenía nueve años, John Jairo Ruiz, aprovechaba el mínimo descuido de su maestra, en la Escuela de La Peregrina en La Uruca, para escaparse de clase y meterse a una plaza a jugar fútbol.
La vena futbolística lo empujaga a correr tras un balón y hacer a un lado los cuadernos.
“Lo tenía que ‘achilillar’ para que me hiciera caso, porque sólo le gustaba jugar bola. La verdad salió malo para el estudio”, contó su mamá, Mercedes Barrantes.
Aquella faceta escolar estuvo marcada por una niñez difícil; los días de escolar fueron precedidos por la separación de sus padres y una abrupta salida de su natal, Carrizal de Puntarenas.
El pequeño no soportó ver que sus papa´s tomaron por caminos distintos y se enfermó; lloraba a diario y terminó en el hospital.
Al verlo así, su madre tomó la decisión de trasladarse a la comunidad de La Peregrina de La Uruca donde se escribió el siguiente capítulo de la historia.
Cuna humilde
Al fondo de una estrecha alameda en La Peregrina, en una humilde vivienda de alquiler, Ruiz vivió su infancia junto a sus hermanos mayores, José Pablo y Karla, además de mamá Mercedes y Odir Villagra, un hombre con el que ella inició una relación y que asumió el rol de papá. Precisamente, fue él quien le prestó unos tacos para que John Jairo diera los primeros puntapiés en una escuelita de fútbol de la localidad.
Estuvo a cargo de Fernando Monge,el responsable del equipo de niños y de paso quien se convirtió en su primer entrenador.
“John era tímido, se distinguía por su velocidad, y siempre ganaba el premio de goleador. Era de esos niños que con poquito, destaca un montón”, explicó Monge.
El talento no pod´ía desaprovecharse; apareció un vecino, Carlos “Chino” Vargas, quien lo llevó a Liga Deportiva Alajuelense donde afirma “no nos dieron pelota. Después lo dejé de ver, un día me lo encontré y me dijo que estaba en la escuela de talentos del Saprissa pero que seguro no volvía porque no tenía plata para los pasajes”.
A partir de ahí, “Chino” Vargas se convirtió en un padrino, además de aconsejarlo, le regaló un par de tacos nuevos e hizo el contacto con el Saprissa para que lo tomaran en serio.
Una anécdota particular selló su incorporación a la “S”.
“Cuando John tenía 11 años le tocaba jugar contra la Liga. El partido estaba 2-0 a favor de los alajuelenses, entró de cambio e hizo los tres goles, después los mismos ‘güilillas’ del Saprissa se sacaban fotos con él”, recordó Vargas.
A pie hasta la “Cueva”
Aquel niño se “estiró”, poco a poco su fútbol ganó brillo, mas, la condición económica familiar no mejoró.
Su mamá trabajaba limpiando casas y el ingreso era tan corto que no alcanzaba para costear ni el pasaje de bus de La Uruca al estadio Ricardo Saprissa.
Ese detalle a John no lo incomodó. Todas las mañanas agarraba el maletín, salía de su casa y caminaba hasta el estadio.
“Muchas veces yo cogía la plata que teníamos para comprar el pan y se lo daba para el bus.
Cuando ya estaba en Tibás me llamaba a cobrar de un teléfono público para avisarme que había llegado”, añadió la madre.
Otra vida después del Mundial
Esa costumbre de caminar al Saprissa varió cuando el club le entregó viáticos por ¢30.000 mensuales, cifra que subió a ¢100.000 justo antes del pasado Mundial Juvenil efectuado en Colombia.
No obstante, los tres goles que metió en la justa mundialista le cambiaron la vida.
Tras la Copa del Mundo Sub-20, Ruiz de 17 años no sólo se garantizó el dinero para asistir a los entrenamientos; su salario se incrementó a ¢500.000, además de un aguacero de ofertas, una de ellas, del FC Barcelona de España, según su representante, Ricardo Cabañas. Días atrás el jugador reconoció que ponerse la camiseta del Barça representa un paso significativo, empero, vive el presente con la “S”.
“Ahora sólo pienso en Saprissa. Cuando supe del interés del Barcelona me sorprendí y me motivé, no esperaba algo así, gracias a Dios se dio y queda analizar la oferta. Sin duda es el mejor equipo del mundo”., contó.
Al no tener la mayoría de edad -cumple 18 en enero próximo-, la madre vigila los movimientos que hace, pero reconoce que su hijo ha cambiado.
“Él es un hijo muy bueno, pero a veces se pone malcriadillo, me dice “Mamá, usted ya está vieja, yo estoy en otra vida”.
Ruiz ya no usa tacos prestados, sino que calza unos de última generación, desea comprarse un carro para no andar en bus y un teléfono celular, pues el que anda actualmente es prestado.
En lo deportivo, el técnico Alexandre Borges Guimaraes, lo incluyó en el equipo con el que hoy sería titular frente a Herediano.
Ruiz cambia... cada golpe que le da al balón significa un giro más en la naciente carrera de este diamante de cuna humilde.
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