Su gran pasión por el fútbol hacen que muy a menudo doña Virginia Cascante vaya al estadio a ver a su equipo, Herediano, y a su hijo, el réferi Randall Poveda.
“Al principio cuesta tolerar los insultos pero con los años se acostumbra. Un día fui y escuchaba aquellas palabrotas y yo decía por dentro ‘que no estuvieran en el parto mío no es culpa mía para que vieran que fue bien parido’, recordó la herediana de “hueso colorado”, según dice ella.
“Una vez mi otro hijo Édgar, que es liguista, se fue al estadio a ver a la Liga - Cartaginés y Randall era el árbitro. Édgar estaba tan concentrado y metido en el juego que cuando Randall no pitó un penal fue el primero que le mentó la madre. Apenas terminó el juego me llamó y me dijo ‘perdóneme mamita’.
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