Al ritmo del “Mambo” el Herediano disipó un silencio sepulcral que se apoderó anoche del estadio Rosabal Cordero, epicentro de un tremendo fiestón que se tiñó de rojiamarillo.
Y es que cuando las caras largas eran lo que se dibujaba en las gradas del recinto florense, y el llanto se comenzaba a desbordar en los aficionados de Herediano, Víctor Núñez se puso el traje de héroe, el de caza fantasmas, esos que ayer hicieron una vez más su aparición en el engramado florense.
Pues sí, los rojiamarillos se estremecieron, quedaron perplejos cuando sus retinas grababan los goles de Osvaldo Rodríguez y Rándall Porras que en ese momento fue como si les incrustaran una daga en una vieja herida, que tienen 19 años buscando curar.
Sin embargo, contrario a las dos finales anteriores ante la Liga, a los florenses no les dio canillera, no doblaron rodilla y más bien sacaron agallas y ese espíritu valiente que se necesita para ser campeón.
Con cincel en mano
Cómo les costó, sí, pero los pupilos de Odir Jacques, que quedó a las puertas de ganar su quinto título como entrenador, no se cansaron con cincel en mano, de buscar agrietar el grueso muro defensivo que les plantó el cuadro caribeño, que nunca se salió de su libreto, ese que tienen más que claro: ordenaditos atrás, intentando hacer daño con el contragolpe o por la vía aérea con su torre Cristian Lagos.
Herediano puso a toda su artillería para derribar ese cerrojo, sacó fuerzas y se repuso. José Miguel Cubero hizo la primera grieta, el “Mambo” sacó su olfato goleador y castigó por partida doble y José Carlos Cancela no se quedó atrás.
Los florenses respiraron tranquilos, al fin tienen una mano acariciando el título, el que sería el 22, ese que se les niega desde 1993.