Edgar Fonseca M., director Al Día

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Parece que tiene poderes mágicos.

Que lo que toca lo puede convertir en oro.

Que en la gran carpa del circo de nuestra sociedad puede cambiar gestos, reacciones, hacer brotar sonrisas, ilusiones y sueños, logros y, lo más importante, realidades.

De ceño fruncido, mirada circunspecta y ojos que atisban el orden, el rigor y las metas más altas, así se nos antoja, con todo respeto, el retrato del profesor Walter Salazar, designado el entrenador nacional del año en la votación de los mejores deportistas del 2011 promovida por este diario.

Salazar logró exprimir el talento, la habilidad y las destrezas del fondista Nery Brenes y sacarle el jugo de una medalla de oro que le supo a gloria al país en estos tiempos de sequía en las competiciones deportivas.

Y casi la pega doble con la atleta limonense Sharolyn Scott, quien, de la mano de Dios, no del Icoder ni de nadie más, está por saltar a otras cumbres.

¿Cuál es el secreto de una fórmula en estos atletas como la del profesor Salazar?

Rigor, disciplina, constancia, altura de miras, trabajo tenaz, perseverante y mucha vergüenza como atletas, personas y ciudadanos parecieran mezclarse para esos logros.

Así lo transpiran sus pupilos. Lo dejan en las pistas y en sus vidas, Nery y Sharolyn.

Conviene que, a la brevedad, las máximas autoridades deportivas aquilaten y aprovechen el trabajo de profesionales como Salazar.

Tienen la palabra el Icoder y el Comité Olímpico Nacional, si realmente se toman en serio el fiasco de Gualajara; si le quieren dar un salto cualitativo al desarrollo de potenciales triunfadores en otras disciplinas.

Y la misma Fedefútbol puede aprovecharse de su sapiencia y experiencia. ¿Por qué no acudir al “mago”?