Un ínfimo margen de cinco puntos (158 contra 153) marcaron la diferencia para que Dwayne Anthony Grant, del equipo del Liceo de Costa Rica, superara a Luis Diego Loría como el máximo encestador del torneo de baloncesto al final de la primera fase.
La grandeza de este joven canadiense y, real ejemplo de agallas y superación, no radica sólo en su desempeño como atleta, sino más bien, en la forma en cómo ha enfrentado el crudo drama en que se convirtió su vida cuando, por primera vez, vino aquí por una semana de vacaciones.
Una mala decisión –aceptar el ofrecimiento de trasegar droga oculta en una maleta, para llevarla a su país, lo llevó por un camino de insospechado sufrimiento.
“Fue algo horrible que cambió mi vida totalmente cuando estaba a un año de graduarme en la universidad de Toronto y a pocos días de enterarme de que mi novia tenía tres meses de embarazo”, expresó ayer el joven, el cuarto de seis hermanos, cuatro varones y dos mujeres.
Lo descubrieron y detuvieron en el aeropuerto de Liberia. Estaba completamente solo.
Ahí, le impusieron seis meses de prisión preventiva. Luego, una prórroga de tres más hasta que aceptó un juicio abreviado que significó siete años de condena.
En la cárcel, se propuso pagar la deuda contraída con la sociedad lo más rápido posible y sin cometer la más mínima falta.
Comenzó por lo básico: aprender a hablar, escribir y leer español para poder salir adelante.
“Intuía que la gente hablaba de mí, pero desconocía lo que decían. Era espantoso”, recordó Dwayne, hijo de Oswald Grant y Jeanette Maitland, un matrimonio jamaiquino que emigró a Canadá. Él trabajó como pintor industrial. Ella con el gobierno.
La gran opción
Hoy piensa que logró sobrevivir porque desde el inicio se puso a trabajar y, lo más importante, “gracias a que Dios me protegió al envolverme en una especie de burbuja”.
El fútbol fue la herramienta que a Dwayne, le permitió hacer su vida más llevadera en prisión.
Inicialmente, estuvo en puesto 10, en el Centro Penitenciario de La Reforma y, al final en la Unidad de Confianza de San Luis donde aún tiene que ir a firmar.
El joven ya fuera como defensa central o delantero, integró una selección de fútbol que tuvo la oportunidad de medirse a equipos de la Primera División.
Además, también jugó contra “Los Galácticos”, conformado por veteranos del Saprissa.
Algunos jugadores, que lo creían limonense, lo estusiasmaban para que no dejara el fútbol porque tenía condiciones.
“Uno de ellos fue Dennis Marshall que me regaló sus zapatos. El día que murió fue muy duro para mí” , expresó el joven que aún no conoce a su hija Keila.
Al comenzar a disfrutar de los primeros permisos para salir del centro fue a pasear a La Sabana para jugar baloncesto, el deporte de su predilección.
Una vez más no faltó quien le reconociera sus cualidades de atleta, ahora al punto de presentarle al entrenador del Liceo de Costa Rica.
Deuda saldada
El llegar al primer equipo de la centenaria institución, no sólo le ha permitido demostrar sus grandes facultades como distribuidor, alero y hasta poste, sino lo más importante, sus cualidades como persona.
En el Liceo de Costa Rica es el encargado de las ligas menores, donde es apreciado por los “chiquillos” como él los llama.
En Costa Rica –agregó– hay buenos atletas, pero para que el baloncesto alcance una mejor posición, los equipos deben entrenar con más intensidad y los árbitros recibir una mayor capacitación.
Dwayne quiere encontrar un trabajo estable y ahorrar para, cuando pueda salir del país, ir a visitar a su familia y conocer a su hija. El deseo es rehacer su vida aquí donde ha encontrado amigos y le gusta el país.
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