Deportes
Viernes 10 de agosto de 2012, Costa Rica
Pasión por el deporte

Mi primera vez en un “Black Cab”

¡Hey taxi!

Antonio Alfaro, enviado a Londres

analfaro@aldia.co.cr

¡Taxi! Estiro mi mano, en señal casi universal. No es rojo como en Costa Rica, aunque atiende al mismo gesto.

Parece un gran sombrero con ruedas, un sombrero bombín, como de Charlie Chaplin. Incluso llegué a especular si por eso le llaman “Black Cap” (gorra negra), pero en realidad me estaba traicionando el oído, porque su nombre es “Black Cab” (cabina negra). En todo caso, abordar uno despierta la curiosidad, pese a que el metro es una maravilla y los buses olímpicos (para quienes estamos involucrados con ellos) se libran de presas gracias al carril exclusivo A los taxistas, dicho sea de paso, no les hace mucha gracia y hasta bloquearon algunas vías en protesta en días previos a los Juegos Olímpicos.

Ellos no están autorizados a utilizar el carril olímpico y quien lo invada se arriesga a una multa de 130 libras (100 mil colones).

Camino a las competencias un poco retrasado, sabiendo que el metro no me deja cerca y que los buses olímpicos solo salen de las sedes, encuentro la excusa perfecta para abordar un “black cab”. Tomo la precaución de subir despacio, pese a la prisa, evitando el riesgo de sentarme en los regazos del taxista, como vergonzoso precio si uno olvida que en Inglaterra el volante está del lado derecho y el asiento del acompañante del lado izquierdo.

En realidad exagero, porque los “sombreros con llantas” están hechos para que los pasajeros se sienten atrás. Incluso tienen una división de fibra de vidrio entre la parte de adelante y la trasera, tan solo con una apertura para pasar el dinero. Espaciosos, supuestamente deben permitir que un caballero con sombrero de copa entre sin quitárselo. No me consta, no uso sombrero, menos de copa.

Lo cierto es que iba en el taxi cuando un mensaje me advierte que en mi crónica del día anterior se me cruzaron los fantasmas con dos de mis escritores favoritos: el “Fantasma de Canterville” es de Óscar Wilde y no de Edgar Allan Poe como cité. ¡Sí, Dios! Primero me puse blanco como un fantasma y luego rojo como un bus londinense, hasta que la voz del taxista interrumpió mi pena: son 18 pounds (14 mil colones).