Milton Montenegro, redactor

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Siempre he manifestado que en el fútbol solo existen dos tipos de jugadores, los buenos y los malos.

También he escuchado a técnicos y futbolistas decir que en este deporte no hay edad.

“Para hacer la alineación no voy a pedir la cédula”, dijo Daniel Casas, técnico de Saprissa, durante su presentación como timonel morado.

Razón podrían tener quienes piensan que el fútbol profesional, tiene cabida para jóvenes y “viejitos”, pero del todo no me convencen.

Si bien es cierto no hace falta solicitar cédula, sí es necesario desmenuzar rendimientos y si los números no dan, apartar o pedirle a los veteranos que busquen el retiro.

Por lo general, en nuestro país, el veterano no marca diferencia y se resiste al adiós.

Hombres de tantísima calidad, al final no son ni la sombra de lo que fueron en su época de gloria.

Pero al mirar la Eurocopa he quedado extasiado con el juego de Andrea Pirlo.

De verdad, da pena que el mediocampista italiano cumpla años. Lástima, no puede ser eterno. En el Milán no lo valoraron, tal vez algunos pensaron que estaba acabado.

Pero Pirlo sigue con un toque mágico, es un gusto verlo con la pelota en los pies.

Con 33 años, dos Mundiales, en uno de ellos campeón, en el 2006 y tres Eurocopas encima, Pirlo entra al campo con la batuta en la mano, toma el control del balón y hace lo que le venga en gana.

Brinda un pase y deja al delantero de cara al gol.

Así da gusto ver a un “viejito” en la cancha, dando cátedra. Cuando un veterano tiene calidad y marca diferencia no hay que pedirle la cédula.

Pero cuando aquí el veterano no pesa y le pesa la edad para hacer diferencia, entonces hay que solicitarle la cédula y contarle los días para organizarle el partido de despedida.