Algunos lo conocen como “Súper Mario”, otros como el “Bad Boy de Manchester”, pero él simplemente se define como un “león encerrado en un humano”.
Hablamos de Mario Barwuah Balotelli, figura que impulsó a Italia a la final de la Eurocopa, ese mismo que una vez se llevó un iPad al banquillo para no aburrirse mientras era suplente, ese que pagó cerca de 11 mil euros (¢6.800.000) en multas de tránsito en Londres. A sus 21 años, Mario no ha tenido una vida sencilla, y con razón prefiere no hablar de su niñez, “no me gusta”, confiesa.
Curiosamente, Balotelli nació el 12 de agosto de 1990 en la ciudad de Palermo, a 571 kilómetros de Roma, donde Alemania logró ganar el Campeonato Mundial, treinta y cinco días antes.
Los padres naturales del jugador, Thomas y Rose Barwuah de origen ghanés llegaron a Italia en busca de un mejor futuro, pero no lo encontraron, por lo que luego de que el pequeño Mario diera su primer regate, al quitarse la muerte luego de una enfermedad intestinal, decidieron pedir ayuda al servicio social italiano.
“Hubo complicaciones con los intestinos y él estaba muy mal. Los médicos estaban preocupados de que no sobreviviera e incluso lo había bautizado en el hospital en caso de morir”, comenta Thomas en una entrevista que le hizo el diario inglés, Daily Mail.
Ante este panorama, las autoridades de Italia hicieron la recomendación de dar en adopción al pequeño y ahí apareció la familia Balotelli, Franceso y Silvia.
Así con las condiciones aptas para desarrollarse comenzó su carrera futbolística, al punto que a la edad de 15 años realizó una pasantía en el Barcelona, en la que anotó ocho goles en una semana, pero las altas pretensiones de su representante en la época, impidieron que se vistiera de “culé”.
Y llegó la fama...
Al no fichar por el Barcelona, el Inter de Milán en 2006 decidió contratarlo, y ahí comenzó la sorpresa llamada “Balotelli”, que atrae la atención por sus genialidades en la cancha, y también por sus ocurrencias fuera de ella.
Cuestionado por sus actitudes extra fútbol, las cuales adjudicaron en Italia el apodo del “Loco”, un día explotó y para celebrar un gol se quitó su camisa y por me dio de la pregunta, “¿por qué siempre yo?”, respondió a los que piensan que todo lo que hace es malo.
Y es que los contrastes de comportamiento son muy claros, una vez fue detenido conduciendo un Maserati, en el cual portaba 25 mil libras (¢18 millones), y cuando le cuestionaron la cantidad de dinero, se limitó a responder: “lo ando porque soy rico”.
Cuando jugaba con el Inter asistió a un programa de televisión con una camisa del Milán, y se declaró fanático de los “rossoneros”. Otra de las locuras fue que por utilizar juegos pirotécnicos en su casa la quemó.
También ha tenido costosas “travesuras”, cuando se estrelló contra una cárcel de mujeres, ya que quería conocerla por dentro y en la temporada pasada agredió al equipo juvenil del City con dardos, por lo que lo multaron con 113 mil euros (¢70 millones).
En el amor el ariete también ha tenido sus “fallonazos”, ya que tuvo relaciones con una modelo, mientras su novia estaba en el piso de abajo de su casa. Además de que había sido visto saliendo de un encuentro con una actriz de películas pornográficas.
Al jugar el fútbol, sus comportamientos no pasan desapercibidos: una vez le tiró tomates a un entrenador italiano, y la más llamativa fue cuando celebrando el título de la FA Cup dijo en televisión: “mi temporada ha sido una mierda. ¿Puedo decir eso?”.
Pero también hay tintes blancos en la vida del jugador del Manchester City, un día fue a un casino y ganó 25 mil libras (¢18 millones), por lo que regaló mil (¢700 mil) a un vagabundo.
Otra imagen que es recordada de “Súper Mario” por su inocencia, fue cuando su mamá lo mandó a comprar un planchador y llegó con un cuadraciclo y un trampolín. “Toda la gente habla mal de mí, solo pienso: ¿por qué siempre yo?, afirmó en una entrevista.
Ese es el genio que tiene a Italia en la cumbre de Europa, y que con sus actitudes demuestra la locura por un balón al sobreponerse de un comienzo de vida complicado, como el mismo dijo una vez, “merecemos un segundo chance”.
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