Deportes
Domingo 12 de agosto de 2012, Costa Rica
Pasión por el deporte

Visita a “la Catedral del Fútbol”

No es el mismo , pero es Wembley

Antonio Alfaro

Enviado a Londres

Está lindo, pero le falta algo. Es grande, moderno, legendario...

Que no se sienta tan mítico con su moderna estructura, lleno de ventanales en la fachada y a lo interno un gran techo retráctil que puede cubrir todo en el escenario, no le quitan lo histórico.

A unos 16 kilómetros del centro de Londres, a Wembley se llega sin problemas con mapa del tren en mano, preguntando un poco o siguiendo al brasileño con la camiseta de Romario. Lo llevo un par de metros adelante en los pasadizos del metro (de fijo va para el estadio); en todo caso, va en la misma dirección de la multitud y en la misma dirección del joven con camiseta de México y un rótulo de cartón en el pecho: “I need two tickets Bra-Mex” (necesito dos tiquetes).

El tren, repleto hasta el alma, va a partir y “Romario” hace un pique en corto como en los mejores años del atacante, pega un salto ante las puertas que se cierran, pero el cálculo le falla. Queda prensado, justo en medio, con las puertas apretándole los hombros. Otro brasileño forcejea en su auxilio, otras manos se suman, hasta que las puertas vuelven a abrirse. “Romario”, hasta hace unos segundos de tez morena, ahora más blanco que un papel, logra ingresar al tren.

Esperamos el siguiente y como sardinas enlatadas también nos pusimos en ruta. ¿Alguna vez ha cerrado una maleta de viaje haciendo presión, porque no le cabe ni un par de medias y los “zipers” ya no dan? Ese par de medias fui yo y otros tres más.

Soportadas diez estaciones de apretazón, calor y axilas más cerca de lo deseado, fuimos expulsados del tren como el gas de una gaseosa recién abierta. Ahí está Wembley a un kilómetro, quizás dos y una multitud por esquivar.

Grandioso nos recibe, aunque una vez adentro siento que algo le falta. Ubicado detrás del marco, en zona de fotógrafos, me pregunto si fue ahí donde se anotó el polémico gol de Hurst en tiempo extra contra Alemania, en la final del 66, aquel remate al horizontal que picó solo Dios sabe si adentro o en la línea.

En todo caso, me cuesta trabajo sentir que estoy en el mismo sitio del viejo Wembley (q.d.D.g), construido en 1923 y demolido en el 2003 para dar lugar al nuevo. Empezaba a sentir nostalgia por un estadio que ni conocí, cuando llegó el triunfo de México. Aquello se convirtió en el estadio Azteca en Londres.