Berlín, Alemania/ AFP. - La perplejidad y un cierto enfado se apoderaron de los casi 400.000 aficionados reunidos junto a la Puerta de Brandenburgo en Berlín, que confiaban en la clasificación de la selección alemana para la final.
El pitido final del partido de las semifinales en Varsovia, dejó hundidos a casi todos. “Me siento golpeado”, decía Lucas Abel, un estudiante de 17 años de Berlín.
“Alemania no puede perder, esto no puede ser verdad. A los alemanes no nos gusta perder”, afirmaba Gina Pusche, una estudiante de 20 años, que había acudido a seguir el partido en una pantalla gigante.
Cuando Mesut Özil redujo la desventaja a 2-1 en el descuento final, la silenciosa multitud pareció despertar, soñando con forzar la prolongación de manera agónica, pero era ya el minuto 92. Demasiado tarde.
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