Roxana Zúñiga Quesada, periodista

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La obtención del título 22 del Herediano ofrendó muchas imágenes acerca de la pasión que desata este deporte.

Gente que besaba la cancha, con la devoción de un peregrino que regresa a su tierra después de 50 años de destierro y añoranzas.

Personas que se palmoteaban el corazón con la fuerza de mil ataques. Aficionados con un grito tan profundo como si les realizaran una intervención quirúrgica sin anestesia.

Fanáticos, fanáticos y más fanáticos con un solo grito: “el team, el team, el team…” Un cántico de gozo reprimido durante 19 años explotó como una carga de dinamita emocional para botar las frustraciones y burlas.

¿De dónde salieron tantos heredianos? Las encuestas hablan que son el 4 por ciento de la población, pero esa marea rojiamarilla del fin de semana hace dudar. ¿Sería que son muchos más pero estaban avergonzados de no obtener títulos y ese sábado y domingo se tiraron por media calle?

Me llamó mucho la atención observar a tantos niños, jóvenes y mujeres como aficionados. Creía que por razones de tremendos fracasos y derrotas la mayoría de los seguidores ya sobrepasaban la edad madura. Pero qué va. Una gran afición, ardiente y vigorosa, está en el almácigo.

Lástima que el gran amor de esta sufrida barra no tenga su par en la administración. Uno tras otro los yerros brotan, las insensateces prevalecen y los desafueros reinan.

Este campeonato debe ser el acicate para que la cordura vuelva. Este gran conjunto y afición merecen mucho, mucho, mucho más. ¿Habrá forma de que los rescaten de los rescatadores?

Por ahora, sigamos por media calle con el 22 al frente.